El Big Data ofrece a la política tantas posibilidades que, a día de hoy, los partidos que no lo usan parten con una inmensa desventaja. Ya hemos visto uno de los usos del Big Data para optimizar el voto útil, pero hay muchos más usos que pueden cambiar de forma decisiva el resultado electoral.
Es inevitable mencionar, cuando se habla de Big Data y política, el caso de cómo ganó Obama las elecciones. Hay mucha literatura al respecto, de modo que no me extenderé mucho: básicamente contrató a un equipo de informáticos, sociólogos, politólogos y matemáticos. Estos se dedicaron a unificar todas las bases de datos de los equipos de campaña demócratas y a sumar nuevas capas de datos conseguidos en redes sociales. Con todo esto, clasificaron a los usuarios de acuerdo con las posiciones políticas de sus amigos, encontrando millones de potenciales votantes no empadronados y customizando propuestas para sus intereses específicos. En definitiva, pasaron de un mensaje masivo (catch all) a uno personalizado (catch each).
Donald Trump no iba a quedarse atrás, al contrario: creó perfiles con todos los ciudadanos en condiciones de votar y encargó el trabajo a la controvertida Cambridge Analytica, que integraron, además de datos de redes sociales, otros de tarjetas de crédito, tiendas… Todos estos datos, correctamente analizados, les permitieron encontrar un filón en el «cinturón de óxido» y adaptar sus mensajes con miles de versiones para llegar al máximo de potenciales votantes decepcionados con el sistema.
A través del Big Data, los partidos políticos y los gobiernos podrán conocer mejor al ciudadano, sus características, intereses, amistades, preferencias, necesidades, deseos, miedos... El Big Data permite también prever comportamientos y aprender de experiencias previas. Así, logramos un conocimiento detallado de la población y las tendencias y hábitos que seguirá. Quien accede a esa información y la procesa tiene una poderosa herramienta para influir sobre la opinión pública en tiempo real.
Esto permite también a los partidos políticos acercarse a determinados segmentos del electorado, a veces pequeños, mediante microsegmentación, aplicando estrategias a medida para ellos. De esta forma, los partidos saben qué mensaje lanzar a cada votante para que se sienta identificado con su candidato y se sienta escuchado. De esta forma, sienten un nivel de proximidad con el partido que no se consigue con mensajes masivos.
Además, una monitorización de la opinión pública a tiempo real permite a los partidos lanzar el mensaje en el momento apropiado, adelantándose a las temáticas de moda con mensajes unificados pero adaptados a cada audiencia.
En definitiva, el Big Data aplicado a política permite:
Y aquí acaba el artículo de hoy, en los próximos hablaremos en más detalle hasta qué nivel de profundidad llega esa segmentación y de cómo aprovechan el Big Data para lanzar los mensajes políticos adecuados.
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